lunes, febrero 15, 2010

Parados coyunturales

Según la Encuesta de Población Activa, en diciembre de 2006 la tasa de ocupados era del 58,58 por ciento, mientras que la de parados era del 8,3. En el mismo mes de 2009, en cambio, la tasa de ocupados subió hasta el 59,76 por ciento y la del paro se disparó hasta el 18,83. Es decir, el paro ha subido 10 puntos en 3 años mientras que la ocupación apenas 1 punto.

En un mundo ideal y lógico, conforme el porcentaje de parados asciende, baja el número de afiliados, pero la crisis económica ha provocado mucho más que el lógico aumento de paro. La crisis ha provocado que existan miles y miles de parados coyunturales, es decir, gente que se ha apuntado a las listas del paro y que busca empleo ahora y que antes no lo hacía por motivos bien distintos.

Desde gente que su propia economía sumergida ya no da para más (trapicheos varios) hasta personas de una familia que antes vivían del trabajo de uno de sus miembros (por ejemplo obreros psuedo-burgueses) y que ahora, ante el paro o la reducción de sueldo de éste, se apuntan a la búsqueda de empleo, optando también a percibir alguna de las numerosas ayudas a los desempleados que existen. Sin duda, toda esa gente, cuando las cosas vuelvan a su cauce algún día (ojalá), dejarán de estar apuntadas en el paro, produciéndose la situación inversa descrita anteriormente: el paro bajará más de lo que subirán las afiliaciones.

Qué quiere decir esto, ¿que el número de parados actual, más de 4 millones, es irreal? Pues sí y no. Sí porque todos son personas que buscan empleo, sin duda; y no porque muchos dejarán de buscarlo cuando mejoren sus situaciones personales familiares, por lo que si no encuentran ellos un trabajo y sí lo hace la persona que antes les sustentaba, casi que mejor. Están en el paro por necesidad, no por auténtico interés de trabajar. Son parados coyunturales de esta crisis que revela que, además de la destrucción de empleo en el país, había mucha gente que vive del sueldo de los demás, una situación que no valoro ni positiva ni negativamente, sólo que es así.

Aun todo lo anterior, el problema del paro va a ser el gran lastre que arrastremos mucho tiempo, más cuando habrá miles de personas que, como anuncian hoy, tendrán muy difícil volver al mercado de trabajo ya que tienen pocas opciones de trabajar, una formación más concreta o limitada para unos sectores, como el de la construcción, que volverá a crecer pero en menor medida y exigiendo menos mano de obra. Es un sector de ejemplo, pero a todas esas personas son a las que hay que dirigir las medidas de creación de empleo y pensar a la hora de reconvertir o crear nuevas estructuras productivas en España.

lunes, febrero 08, 2010

Soluciones a la crisis: nivel usuario. El mercado laboral

Antecedentes:

En los últimos 10-15 años, la economía española ha vivido del ladrillo y de la burbuja inmobiliaria, un período que ha hecho rico a mucha gente, ya sea a los que llevaban en el negocio a los que les ha aumentado su dinero, como a los que se sumaron a la ola inmobiliaria y ganaron mucho en poco tiempo, y sobre todo, a España en general, pues nuestra economía creció y tuvo un ritmo de producción que nos convirtió en una de las 8-10 potencias mundiales. Pero la burbuja explotó y a diferencia del film alveolar, a nadie le ha gustado que lo haya hecho, y eso que estábamos avisados, pero ningún político quiso plantear siquiera la posibilidad de dejar de vivir del dinero fácil y rápido que los precios de las viviendas nuevas alcanzaban sin parar.

La globalización hizo que la crisis ninja financiera de los bancos de Estados Unidos se extendiera a todo el planeta industrializado y la casualidad o no, hizo que la burbuja inmobiliaria de la que vivía la economía española explotara al mismo tiempo, provocando que en España la crisis tenga una parte autóctona tan indiscutible como dramática en sus consecuencias.

Ahora hay más de cuatro millones de parados, la inmensa mayoría provenientes de esa industria del ladrillo que tras años construyendo y vendiendo, ha visto que nadie compra ninguno de los millones de pisos que hicieron, por lo que no pueden asumir las inversiones realizadas basadas en la especulación y se han visto con pérdidas que han degenerado en el cierre de miles de empresas que vivían tanto directa como indirectamente de este sector.

The rise and fall (el auge y caída) de la clase pseudo-burguesa

Y con ellos sus trabajadores, personas de clase que durante los tiempos de bonanza subieron un escalón o dos por encima de las posibilidades económicas del resto de la sociedad media española, siendo pequeños burgueses que se gastaron cada euro de sus nóminas infladas por el sector en una segunda casa, un coche de lujo y otros artículos que pocos años antes nunca pensaron poder adquirir. Todo eso sin plantearse la idea de ahorrar para los malos momentos. Pero qué iban a saber ellos de malos momentos, si los políticos negaban cualquier signo de pinchazo o caída más o menos brusca de esta industria y la economía en general se favorecía del enorme consumo que producían.

Esta clase obrera, de la obra, rica durante esos años, no es responsable de unos sueldos inflados, pues si fuera por cada trabajador, todos tendríamos sueldos más altos de lo que en realidad producimos; pero sí han sido responsables de lo que han hecho con ese dinero y de verse ahora en situaciones económicas muy peligrosas. Cuando se vive con lo justo y te toca la lotería con un sueldo altísimo y se acostumbra a vivir con lujo, es muy difícil dar marcha atrás y reajustarse al anterior ritmo de vida, por eso las familias de esos obreros lo llevan peor, con hipotecas de 1.600 euros anteriormente asumibles y ahora inviables de pagar. Se han llegado a ver gente saliendo de Caritas con bolsas de comida montándose en sus BMW/Mercedes pagados al contado...

Contagiado por la bonanza económica, en España no sólo se inflaron los sueldos, sino el precio de todo lo que fuera intercambiable por dinero, aumentando la presión económica sobre todas las familias, especialmente las que no se favorecieron de la burbuja. No hay más que comprobar la ínfima tasa de ahorro de las familias. Pero al explotar ésta, son estas mismas familias las que pueden capear mejor la situación, pues estar con el agua al cuello y echar cuentas para llegar a fin de mes es algo que llevan haciendo toda la vida, además de no tener que pagar la nueva casa, coche, televisores de plasma y demás artículos a plazos, teniendo presupuestos más ajustados a sus posibilidades reales. Y es que, incluso en tiempos contraproducentes de regalo de dinero por parte de los bancos a gente sin garantía de retorno del préstamo, estas familias no obtenían créditos para sobre-endeudarse aún más, algo que sí obtenían de forma alegre los nuevos pseudo-burgueses, víctimas de los beneficios insostenibles de la burbuja y culpables de vivir al día por encima de sus posibilidades.

Proponiendo soluciones

Con todos sufriendo la crisis, más o mucho más grave según el caso, volvemos a un país con cuatro millones de parados, un número que por mucha recuperación económica en los sectores de industria o comercio, no pueden ser readmitidos en ellos, por lo que hay gente que se queda fuera del mercado laboral por el mero hecho de no poder ser absorbidos por el mismo.

¿La solución? Además de reformas laborables que se plantean y negocian y que son seguramente necesarias, se antoja obligatoria la creación de nuevos sectores productivos en España que acojan a esos miles o millones de parados. Y entre esos sectores encontramos el incipiente sector de las ayudas a personas dependientes, que con la Ley no hará más que crecer incorporando a mucha gente que, con una buena aplicación socio-económica por parte de las administración, puede convertirse en semi-funcionaria, pues las empresas a las que se contratan para estos servicios reciben el dinero del propio Estado, lo que da una seguridad y estabilidad laboral muy a tener en cuenta. El gasto en este sector es elevado por parte de los sistemas sociales de España, pero el hecho de dar mucho trabajo provoca que aumente el consumo y con ello la recaudación de impuestos. Incluso favorecería la inmigración, pues, objetivamente, este trabajo es desempeñado por más mujeres que hombres y ya existe la realidad de que los servicios domésticos tienen importantes cuotas de trabajadoras extranjeras que, con un sueldo digno, pueden asentarse en el país, tener hijos, aumentar la natalidad y asegurar un poco más el futuro de la sociedad española, pensiones incluidas.

El segundo sector, actualmente ni planteado como tal, es el de las energías renovables. El potencial español en este sector es inmenso y las oportunidades de negocio están aún por explotar en un modelo que representa el futuro energético del país y del mundo más a medio que a largo plazo. En el extranjero saben de la experiencia y el buen hacer de las empresas españolas en energías renovables y desde España nos vanagloriamos de ello, aunque no se hace nada para empezar por nosotros mismos y evitar en un futuro tener que cambiar nuestra dependencia energética del petróleo de otros países, a comprar de ellos electricidad conseguida paradójicamente con tecnología española.

Crear un sector industrial casi desde cero no debe ser fácil. Yo no sé cómo hacerlo, pero ideas siempre se tienen y hasta que un experto no coaccionado por ideas partidistas y lobbys empresariales con intereses enfrentados no diga lo contrario, no deshecho ningún planteamiento. Para empezar y haciéndolo de forma drástica y contundente, propondría una ley que obligara a todos los edificios del país a contar en sus tejados con placas solares de aquí a tres años. Si yo me viera con una realidad como ésta y tuviera dinero para montar una empresa, haría una que fabricase placas solares, o elementos de las mismas como soportes, sistemas de protección, movimiento, etc. Pensaría en crear empresas de logísticas y transporte de dichas placas solares a los lugares de instalación; o crear una empresa relacionada con la limpieza y mantenimiento de las mimas ante las inclemencias del tiempo; o algo relacionado con la electricidad, ya sea en la transformación de esa energía y su uso en los propios edificios o la derivación de la electricidad a la red general, con la posibilidad de incorporar estaciones de recarga en los bajos del edificio para los coches eléctricos, cuya implantación recibe muchas ayudas actualmente.

Y si no tuviera ni idea ni dinero para crear empresas de este tipo y muchas más relacionas, y fuese un desempleado actual o alguien que busca un trabajo mejor y sabedor que la construcción no puede readmitirme por puro problema de espacio, me apuntaría a cursos que ofrecieran las distintas comunidades sobre energías renovables, pensando en participar en este sector que, por ley, crecería sin parar creando numerosos puestos de trabajo nuevos, la mayoría estables.

Por su parte, la recuperación económica basada en más empleo y nuevos sectores provoca gente con trabajo puede permitirse comprar una vivienda, irse de vacaciones y aumentar su presencia en los sectores de restauración y consumo de productos de cualquier otro sector actual. Y si encima somos pioneros en la auto-dependencia energética, podremos seguir exportando nuestra tecnología cuando no vendiendo, incluso, la energía eléctrica a terceros países, sin olvidar la repercusión internacional y el prestigio que sería ser un país cuyo consumo energético es de origen verde. Y todo esto con una simple ley sobre placas solares cuyo desarrollo debería sustentarse en evitar el monopolio de grandes empresas que se adueñarían del sector reduciendo sus capacidades de incorporación de gente al mercado laboral.