Un joven director de cine con perilla y gafas de pasta presenta un cortometraje muy profundo en una sala llena de jóvenes con perilla y gafas de pasta que también hacen cortometrajes muy profundos. Su corto, como casi todos los que se filman, también va sobre la incomunicación en la sociedad de hoy en día, con tantos sms y tan pocas cartas. En esa sala, el joven director dice cosas como: "Un cortometraje no es un ensayo para hacer un largo, no es la sala de espera de un largometraje", y otras frases manidas comunes a su especialidad. La película se proyecta en un par de cines y se emite en una cadena de televisión por cable. Después, desaparece para siempre.
¿Nos comunicamos poco?
Es muy frecuente escuchar que nos comunicamos poco. Paradójicamente eso suele decirse en medios de comunicación que antes, en la época en la que, según nos dicen, tanto nos comunicábamos, todavía no existían. Sin Embargo, esta contradicción no parece importar demasiado a los que ven incomunicación y soledad humana por todas partes. El argumento suele ser el siguiente: "No importa tanto la cantidad de información, sino la calidad de la misma", y otras frases de construcción antigua con aroma similar. Afirmar que en la actualidad nos comunicamos poco, a pesar de las gigantescas pruebas en contra, es algo que queda bastante bien. Parece verdadero, y eso ya es suficiente.
Esta actitud nostálgica por la presunta comunicación perdida del pasado tiene un símbolo muy claro: la carta. Escribir con bolígrafo en un papel es como más poético que escribir con un teclado. Y no digamos lo que debe ser escribir con pluma de ave en un pergamino. Los enemigos de este ejército de nostálgicos son, principalmente, el correo electrónico y los mensajes escritos en los teléfonos móviles.
Un genio que pasa de otro
Galileo Galilei (1564-1642) recibió, a lo largo de su vida, muchísimas cartas de un colega de profesión, el astrónomo alemán Johannes Kepler, un hombre delgado, tímido y sensible que descubrió antes de Newton las tres principales leyes del movimiento planetario. Curiosamente, Galileo jamás respondía a las cartas de Kepler. Se ha especulado mucho acerca del motivo que tendría Galileo para no responder a esas cartas. Las teorías son variadas, y es probable que todas ellas tengan algo de verdad. Se ha supuesto, por ejemplo, que Galileo despreciaba a Kepler, que no se lo tomaba en serio, pero también se ha sugerido lo contrario; que veía en el genio alemán a un competidor que había que silenciar a toda costa, pasando de él. Cualquiera de estas dos opciones puede ser cierta. Sin embargo, lo más probable es que , simplemente, a Galileo le diera pereza responder a las largas cartas repletas de elogios y fórmulas matemáticas que Kepler le enviaba regularmente. A fin de cuentas, Galileo era un hombre muy ocupado. Tuvo que serlo, a juzgar por la cantidad y el nivel de sus aportaciones científicas. Escribir una carta, sobre todo en el pomposo lenguaje de entonces, repleto de interminables fórmulas de cortesía, era algo que requería bastante tiempo.
Esta falta de comunicación entre los dos mayores genios científicos del momentos tuvo penosas consecuencias para el desarrollo de la ciencia. De haber existido una comunicación más ágil, es bastante probable que galileo y Kepler, conjuntamente, hubieran adelantado el trabajo que más tarde realizó Isaac Newton. Los dos cerebros, por separado, tenían la clave para la revolución newtoniana. Sólo faltaba que se pusieran en contacto.
El móvil de Galileo
Si Galileo hubiera tenido un método más rápido y menos incómodo para poder comunicarse con Kepler, es bastante probable que lo hubiera utilizado. Pensemos en los mensajes al móvil. ¿Qué hubiera ocurrido si, en pleno siglo XVI, estos dos hombres hubieran llevado en su bolsiloo un útil y diminuto teléfono móvil? Tal vez Galileo-Kepler hubieran pasado a la historia como los descubridores de la ley de la gravitación universal, y Newton, que ya no tendría que descubrirla, probablemente había dado los primeros pasos en la teoría de la relatividad de Einstein, con lo cual hubiéramos ganado casi cuatrocientos años. Vamos a imaginarlo, aunque sólo sea para pasar el rato.
KEPLER: hola galileo. K tal? Stoy pensando n leyes matemáticas para ls movimientos d ls planets. Y tu?
GALILEO: hola kepler. Yo tb, pro m interesa + el tema d caída de cuerpos n l vacio. Has encontrado fórmula d movimiento planetario?
KEPLER: todavía n, pro stoy n ello. x cierto, a mi tb me interesa!!! ;-). ¿m pueds mandar por sms la formul d caid d ls cuerpos?
GALILEO: claro k si: s=1/2g.t2
KEPLER: gracias, creo k a d haber 1 formul para 1 caida de ls cuerps aplicable a planets. Pro no la encuentro :-(.
GALILEO: ahora que lo pienso, creo k puedo ayudarte! T llam lueg. 1 abraz.
KEPLER: ok. Gracs x tod. ;-) jk
No sé por qué, pero algo me hace estar seguro de que las cosas podrían haberse producido más o menos así. La carta, tan poética y romántica, impidió la comunicación fluida entre dos genios de la física en el siglo XVI. Sin embargo, los "fríos" e "inhumanos" mensajes a móviles, esos grupos de palabras abreviadas que cruzamos a diario y que gozan de muy poco interés por parte de ciertos seres humanos con tendencia poética, podrían haber conseguido una fusión mental entre dos de los mayores talentos científicos de la historia. Y, quien sabe, tal vez incluso podría haber surgido una bonita amistad entre los dos.
Fragmento del libro "Buenos días Sócrates",
de Juan Carlos Ortega, filófoso sin estudios
PD: Si tuviera el libro me lo leería sin dudarlo... Ya podéis comprarlo!
1 comentario:
Seguramente Kepler era un tostón de tio y Galieleo un vacilón de cuidado.
Pero hombre, si ni hablamos con los vecinos, vamos a escribir cartas? jaus
Un saludo!
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