miércoles, diciembre 20, 2006

Edicosma y una breve historia de Navidad

Han sido seis meses. Desde el 20 de junio al 20 de diciembre de 2006, hoy. Han pasado muchas cosas, algunas importantes, otras muy importantes, otras inolvidables y algunas otras que no han hecho nada más que acabar de empezar. El trabajo que he hecho ha sido algo monótono, no demasiado creativo y otras cosas menos buenas que no diré. [La anterior frase es un eufemismo en sí misma y está muy rebajada]. Pero tengo la costumbre de ver y quedarme con las cosas buenas de lo que me sucede a mí o a los demás. Y no son los 300 euros mensuales, que también. Es la gente, como siempre, lo más importante.

En un principio, quizás los dos primeros meses o incluso tres, no había mucho trato entre los trabajadores del departamento. Los becarios y los fijos estábamos distanciados en ese sentido. Poco a poco, de forma normal, el trato se hacía mayor y teníamos nuestras charlas y bromas entre todos. Pero tampoco demasiado compañerismo: y eso al final, en los últimos dos meses o mes y medio. Las últimas dos o tres semanas ya sí fue distinto. Se veía el final y como suele pasar, descubres a la gente al final, cuando hay poco tiempo para estar con ellos y profundizar más. En ese sentido, de trato, han sino unas últimas semanas muy buenas. Los becarios hicimos una merienda en el departamento, nos fuimos de cena oficiosa de empresa y luego de marcha (que ya contaré otro día).
Eso, en cuanto al trato de los becarios con los fijos. Porque el trato entre becarios ha tenido una progresión fabulosamente positiva desde el principio, que también fueron relativamente fríos, aunque por poco tiempo. Estar cada día cinco horas diarias juntos, es lo que tiene. Todos jóvenes, casi de la misma edad, misma facultad, muchas cosas en común y para hablar. Como dice mi amiga Silvia en su fotoblog, “una pena que se acabe esto cuando empezábamos a entendernos, cuando empezaba a surgir el cariño”. En el ultimo mes y medio hemos salido varias veces por la noche, hemos quedado varias veces, y hemos tenido dos ediciones de las ICO’s Party. Mañana es la tercera. Y la semana que viene habrá otra. Y seguiremos saliendo juntos, quedaremos, nos veremos, hablaremos…

En los dos veranos que trabajé en los almacenes Mayoral, si de algo puedo presumir es que de los quizás 100 o más chicos que había allí, con muchos los veré algún día en algún sitio y podré saludarlos y ellos me saludarán. Igual con los jefes. Este verano, en una noche inolvidable por otra cosa, vi a uno de los jefes del Mayoral un año después de haber acabado (el verano anterior). Y me saludó, estuvimos hablando un rato, preguntándonos de “nuestras cosas”… así da gusto irse de un sitio. Y así también me he ido de estas prácticas: sabiendo que hay unas 15-20 personas más a las que si un día veo en otro sitio, nos saludaremos cordialmente, sin problemas. A todas esas personas de los distintos trabajos que he estado, sumo a muchísimos compañeros de clase en el colegio, en el instituto, en la universidad… No debo quejarme; no puedo.


Durante los seis meses, mis compañeros y yo hemos tenido una acompañante peculiar. La oficina es parte de un edificio contiguo a un patio, donde hay, creo, uno o dos portales y encima el bloque de edificios. Tras los ventanales del departamento hay unas rejas, para no entrar ni salir a ese patio. A través de esos cristales hemos visto, ya digo, casi cada día, a una niña jugando con todo lo que encontraba en el patio: un palo, unos patines, unos cartones, una bicicleta, con otros niños… Han gritado, se les ha caído un avión desde lo alto del edificio –por supuesto no siguió funcionando, aunque se le encendían algunas luces, evidentemente, las de emergencia-. Y como los becarios estábamos al lado, pegados a los ventanales, siempre estábamos mirándola. Éramos todos, pero yo sobre todo estaba encantado de ver cómo la niña jugaba y se divertía sin necesidad de muchos juguetes, con imaginación. A veces era algo pesadita e, incluso, asustaba el día aquel que “dominó” el uso de un palo, como karate girl, montada en los patines. Era un peligro rodante… Pero ahí ha estado todos los días, los de más calor en verano y los de más lluvia en el otoño. Y con otros niños unos días y con una niña más el ultimo mes. Siempre juntas, sin parar de jugar durante toda la tarde.

Hoy, a falta de una hora y media para acabar las prácticas, 6.45 más o menos, ha empezado a darle golpecitos al cristal y a ocultarse bajo la pared que queda entre la ventana y el suelo. Estaba yo sólo y dos compañeros fijos más. Tenían ganas de jugar y yo miraba a otro sitio y cuando golpeaban me giraba rápido a ver si las pillaba y se iban corriendo y riendo. Era la última tarde, así que abrí una las ventanas y las saludé y les dije que me iba. Que mañana ya no iba a estar aquí. Y ya nos hemos puesto a hablar. Qué hacemos con tantos ordenadores en el departamento, dónde estaban mis compañeras, dónde estaba el jefe… Y yo respondiéndoles y explicándoles lo que preguntaban. Que nosotros metemos las noticias que luego ellas pueden ver en Internet, que mis compañeras ya se fueron la semana pasada, que los jefes no suelen quedarse tan tarde…
Contándome sus juegos, que si se llaman Tania y Yihan, que tienen 8 y 9 años, una tiene novio y la otra no quiere que la amiga lo diga, cosas del colegio, de la Navidad… De repente, se ponen a cuchichear y se van corriendo. Yo he empezado a ir borrando archivos de mi presencia en la empresa y me iba girando a ver si estaban. En uno de mis giros las he visto y cuando me han visto se han vuelto. Me dio tiempo a ver que tenía una especie de muñeco entre las manos aunque lo escondió rápidamente. Capté la idea y me volví nuevamente hacia el ordenador. Cuando me avisaron me volví a acercar a la ventana y me preguntaron: -“tú que quieres para Navidad?” Me quedé sorprendido y pensando “me van a regalar algo?”. Y como insistieron, dije: -“mmm no sé, un peluche me gustaría mucho”. Y bingo, tenían un peluche de un leoncito que me han regalado. -“A los que nos caen bien les regalamos cosas y además es Navidad”. -“Es para mí y para mis compañeras también, vale?”. -“No, no, sólo para ti”. -“No, para ellas también que se han divertido mucho viéndoos jugar tanto como yo”. -“Vale, para ellas también, pero te lo quedas tú”. Tremendo.
Luego se ha ido Tania corriendo y me ha traído un libro de Jurassik Park, de los que podrían venir con la película cuando se estrenó o la sacaron en VHS. Me la regalaron también porque “son muchas páginas y no las voy a leer todas”. Son unas 60 páginas de libro con muchísimas fotografías, dibujos y fotogramas de la película. Ni intenté recomendarles el libro de 600 páginas que estoy leyendo últimamente.
Eran las 7.15 y allí seguíamos hablando. En ése momento entró mi jefa. Cuando la vi viniendo hacia mí y viendo la cara de sorprendida que tenía al verme hablando con las niñas, empecé en voz alta a decirles a ellas: -“y esta es mi jefa, que seguro que ahora me regañará por hablar con vosotras porque dice que no trabajamos mucho”. –“Yo??!?!!” con más cara de sorprendida la jefa, “pero si venía a decirte que ya te puedes ir cuado quieras, es el último día y no tienes que quedarte hasta el final”. “-Ah vale, ahora recojo, acabo de hablar con ellas y me voy. Cogeré el tren de antes al menos”. Las niñas desaparecieron y de repente vuelven y dicen -“toma, para tu jefa”. Era un osito que casi no cabía por las rejas y una especie de pendientes. –“toma jefa, para usted. Anda que podrías haberte venido antes y tendrías más regalos”. –“eso voy a tener que hacer… Bueno, que te puedes ir”. Y la que se fue fue ella [repetición de palabra gramaticalmente correcta, molt].

Y seguimos hablando, y otra vez cuchichearon y se fueron corriendo diciendo que no me fuera. Y me trajeron un gorrito de Papá Noel... sí me lo puse. Con tanto regalo de su parte, quería darles algo a ellas, pero no veía más que clips, post its, folios y bolígrafos. Además, de adornos navideños estábamos escasos, pero me acordé de uno que estaba sobre la torre del pc de ICO y lo cogí. Un muñequito de nieve, con nariz de zanahoria, un jersey morado y un gorrito de rayas horizontales verdes y blancas. –“para vosotros, me gustaría daros algo más o por lo menos a cada una, pero aquí no tengo muchas más cosas. Venga, ponedle nombre ahora.” –“Pitufo” –“Pitufo de Navidad”.
Entre una cosa y otra eran las 7.30… y familiares de las niñas pasaban por el patio yendo y viviendo, desde la calle a su casa o vicervesa. Un poco incómodo verlos pasar y ellas hablando con ellos mientras estaba yo en la ventana. No hicieron mucho caso, el justo caso que se le hace a alguien desconocido que te saluda tras unos barrotes con un mono gorrito de Papá Noel en la cabeza… … …

Y volvieron a irse y a traerme otro tercer peluche, esta vez una especie de mono con los brazos horizontalmente como formando una rosquilla: abrazando algo gordo que evidentemente no tenía. -“Éste lo voy a dejar aquí en la oficina. Le voy a decir a un amigo que lo cuelgue donde estaba antes el ‘Pitufo de Navidad’, para que podáis verlo cuando paséis por el patio.” Ellas encantadas. 7.40 y seguíamos allí hablando, contando cosas de niños y como sólo lo cuentan los niños. Genial. Yo prácticamente escuchaba. No paraban, mil cosas que contar.
Cuando les dije que ya mismo me iba, se volvieron a ir. Tardaron un par de minutos y me trajeron un muñequito de adorno de los árboles de navidad, pequeñito, una campanita también de adorno. También tenían un folio con algo escrito. -“Toma, para ti”. El papel ponía y pone: ‘Feliz navidad nos a gustado como te has portado con nosotras. Tania y Yihan.’ Y luego garabatos en forma de firma. Yo hice lo propio, cogí un folio y les puse: ‘Feliz Navidad Tania y Yihan!! Nos ha gustado mucho veros jugar cada día. Un saludo de vuestros amigos Fran, Silvia, Esther y Jessika’. Y un garabato de firma mía. Se lo he dado. –“Toma Tania, guárdalo en el cajón de las cosas secretas”. Y corriendo ha ido a hacerlo.

Ya quedaba poco para las 8. –“Me voy ya mismo, que me dejan solo aquí”. –“Espera, que te tenemos que enseñar el baile suyo, el mío y el de las dos”. Y baile, lo que se dice baile no era, pero sus piruetillas y volteretillas si las daban cada una. Pero ahí estaban ellas emocionadas. Y me iba. –“Si volvemos aquí, lo haremos por la tarde para ver si estáis y saludaros todos”. –“Vale, aquí estaremos, siempre lo estamos”. Y siempre lo han estado durante estos seis meses: jugando, con sol o con lluvia, solas o acompañadas. Y nosotros, tras los ventanales viéndolas divertirse, cómo nos gustaba a nosotros de pequeño hacerlo, con nuestros amigos y sin necesidad de ordenadores ni consolas ni grandes juguetes. Éramos niños de una generación sin electrónica. Fantásticos tiempos.

Hay que ver con qué poquito se puede alegrar tanto un día. Qué pena crecer.

1 comentario:

Anónimo dijo...

puesfelicidades, al menos espero que tu andanza por edicosma te haya sido fructífera.

saludos