viernes, noviembre 17, 2006

Anecdotario I

Por fin acabaron las obras del cuarto de baño de mi casa. Aleluya! Han sido molestas, pero llevaderas. También el hecho de que pase en casa poco tiempo ayuda a no haberlas sufrido mucho. Al final ha quedado bastante mono todo, el plato de ducha, los azulejos, el váter, el lavabo, la puerta que no se cierra bien, los grifos modernos.... demasiado modernos. Un solo grifo que se gira derecha-izquierda para el agua fría-caliente; dos posiciones de presión del agua… Pero yo me duché ayer con agua fría por el puñetero grifo que no había Dios que lo calibrase y ajustase bien la temperatura, sin contar las dos veces que cambió radicalmente de agua caliente a fría, sin avisar. A pique de una hipotermia, y con agujetas.

Hacer deporte no es bueno. Es una conclusión que he sacado en los últimos dos días. Tengo argumentos en los que apoyarme. Mi amigo Antonio dice que se tomó un café hace unos días, fue a correr un rato y le sentó mal el café, después de correr; por tanto, no hay que correr. Yo llevo un día de agujetas, y lo que me queda, tras jugar ayer una pachanguita de partido de fútbol con los compañeros de clase. Además tengo la yema del dedo gordo del pie derecho en carne viva y dolerme el meñique del mismo pie y no puedo casi andar; por tanto, no jugar al fútbol. Comprobado: hacer deporte es malo.
Bueno vale, quizás la cuestión es que hay que hacer más deporte y no jugar un partido de fútbol cada 6 meses y también quizás sea que la tolerancia a la cafeína de mi amigo Antonio tenga algo que ver. Pero el deporte es lo que une los dos hechos, así que algo tendrá.

Más de anécdotas. El martes al llegar a la estación de tren de mi barrio, metí el billete en la máquina canceladora y justo delante de mí hay un tío que está hablando con el guarda de seguridad de la parada. Este tío, al recoger mi billete me dice: “te están llamando”, me señala hacia atrás y lo vuelve a decir: “pe parece que te están llamando”. Ein? Miro hacia atrás y me veo al maquinista apoyado en el cristal que estaba medio bajado, como el que se apoya con los brazos y la cabeza encima sobre la parte superior de una tapia. “Qué, no sabes quién soy?” me pregunta con cara de hombre feliz. “No”. “No?” insiste. Y en ese momento todos mis familiares pasaron por mi mente, cual huella dactilar introducida en el CODIS de CSI buscando algún registro que permita identificar al individuo. “Me parece que no” vuelvo a responder. En ese momento, el tío y el segurata me miran, yo les miro, y me dicen “a mi me parece que se ha equivocado”. “Yo creo que sí”, les digo medio riendo, medio asombrado. Me vuelvo a girar para ver al maquinista y éste estaba ya subiendo el cristal y retirando la cabeza sin cambiar el careto de gente feliz. Pues vale…

A ver si me acuerdo de otra… ah sí. Como diría mi amigo Miki, “no he visto mi muerte nunca tan cerca”. El otro día al subir por las escaleras mecánicas de la estación de Torremolinos para ir al curro. Al poner el primer pie en el suelo…zas, algo o alguien me impide dar el paso con el pie derecho, se queda a medio completar el paso. Nadie me está pisando, es la punta del cordón del tennis que se ha quedado enganchado en la parte donde desaparecen los escalones…. Pensé que o se me rompían los cordones o moría ahí mismo y de forma desagradable, cual el gato de rasca y pica en aquel capítulo de los Simpsons donde el ratón le clava los pies a un escalón de las escaleras mecánicas y acaba totalmente pelado. Más o menos me vi que podía quedar así. Pero no. Se me jodió la puntita del cordón simplemente.

En fin, seguro que me han pasado más cosas, pero fijo que se me ocurren cuando termine de escribir el post. Como siempre. Por cierto, la foto es de http://www.arcticphoto.no/.
Fotazas

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