Una mañana, muy temprano, un anciano observó a un niño pequeño que estaba en la playa recogiendo algo que había en el suelo y lanzándolo al mar. Al acercarse a mirar qué estaba haciendo exactamente se dio cuenta de que había miles de estrellas de mar que habían sido arrastradas por las olas hasta la arena de la playa. Al amanecer, cuando el sol saliera, la mayor parte de ellas morirían sin duda sobre la arena caliente. El niño estaba pacientemente recogiendo todas las que podía y devolviéndolas al mar.
El anciano se aproximo al niño y le dijo, «Hay miles y miles de estrellas en la arena. ¿Acaso vas a hacer que haya alguna diferencia? Vete a casa, pequeño»
El niño cogió entonces una estrella de mar y miró al anciano, y le dijo: «Señor, no se si podré hacer que haya alguna diferencia para todas estos miles de estrellas de mar. Pero estoy seguro que voy a hacer que sea diferente para esta que tengo aquí.» Y diciendo esto, caminó tranquilamente hasta la orilla y dejó a la estrella en el agua de nuevo.
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